domingo, 15 de agosto de 2010
Desintegración de Imperio Otómano (1800-1914)
Precedentes y causas de la desintegración del Imperio turco: El nacimiento de los nacionalismos en los Balcanes.
En el Imperio otomano, existían dos principios básicos de legitimación del poder político. Uno procedía del Islam: la legitimación teológica del orden terrenal y una concepción coránica que permitía reconocer, proteger y dar vía libre a los pueblos del Libro bajo ciertas condiciones (pagar impuestos, la codificación de su status y de sus relaciones con el centro del poder político). La fidelidad al emperador se acompañaba además de una idea de Imperium que entrañaba el cumplimiento de una misión universal. En la gestión de la diversidad etnocultural, el resultado de esos dos principios era el millet, sistema que legitimaba la distinción entre comunidades diferentes según criterios confesionales, e incluía derechos educativos y jurídicos supraterritoriales. Sólo los musulmanes, eso sí, tenían derecho a llevar armas y a acceder a los puestos de responsabilidad. Pero los conversos al Islam podían integrarse bien dentro del sistema. En la época de la "Legislación beneficiosa" o Tanzimat (1839-76) o reformas otomanas, se introdujo además la libertad individual y una plena igualdad de status entre musulmanes y no-musulmanes. Estos mecanismos, basados ampliamente en la búsqueda del consenso, no fueron suficientes para contener las tensiones generadas en el área balcánica por el surgimiento de movimientos nacionalistas que aspiraban a la emancipación del dominio otomano. A su vez, el influjo del modelo alemán desde 1870-71, así como la reacción frente a la disgregación territorial del Imperio y la descomposición del viejo sistema político empujarán a una nueva generación de líderes a adoptar el nacionalismo turco como nueva doctrina de legitimación del Imperio, dotado de un Estado fuerte y "turquificado" culturalmente.
Hubo varias "olas" de nacionalismos balcánicos que desafiaron al Imperio otomano. Prácticamente todos los movimientos nacionalistas actuantes en los Balcanes cifraron sus esperanzas en conseguir la atención de Occidente, provocando primero la "mirada exterior" y, a continuación, la intervención, diplomática y/o armada, a su favor. Los nacionalistas griegos ofrecieron el modlo, entre 1821 y 1830. Otros movimientos nacionalistas sólo alcanzaron sus metas de modo esca¬lonado, según los avatares de las intervenciones bélicas de las grandes potencias en los Balcanes: Serbia, desde las primeras rebeliones antiturcas de 1804, se convirtió en territorio autónomo en 1815, y alcanzará su plena independencia en 1878. Los territorios rumanos de Valaquia y Mol¬davia lograron un status autónomo dentro del Imperio en 1822, pasando a estar situados bajo la protección de las potencias occidentales tras la Guerra de Crimea en 1856; en 1878 adquirieron, igualmente. Tras varias décadas de conspiraciones dirigidas por los nacionalistas búlgaros en el exilio, apoyados por sublevaciones campesinas, Bulgaria accedió al status de provincia autónoma, pero sujeta nominalmente al Imperio en 1878, y sólo alcanzará la independencia de ture en 1908.
En todos los casos, la intervención exterior fue el factor decisivo que permitió a los nacionalistas serbios, búlgaros y rumanos, como antes lo había permitido a los griegos, conquistar sus objetivos. La rebelión iniciada en Herzegovina en 1875 y su extensión a toda el área balcánica llevó a la guerra ruso-turca y al Tratado de San Stefano (marzo de 1878), sancionado por las potencias occidentales, por el que Rusia reordenaba el área balcánica de acuerdo con sus intereses geopolíticos, con el consentimiento británico.
A ello se unían los influjos ideológicos exteriores. Para los eslavos, la fuerza del paneslavismo, particularmente presente en los nacionalistas búlgaros y sostenido por Rusia, aunque sin demasiada convicción. Pero el ejemplo de Garibaldi, Mazzini y la Joven Europa también era particularmente atrayente para los líderes de los nacionalistas búlgaros, Georgui , S. Rakovski, Liuben Karavelov y Vasil Levski. Estos últimos lideraron la nueva fase de agitación nacionalista revolucionaria que medió entre el final de la Guerra de Crimea (1856) y la fallida insurrección de 1876, mediante la organización de comités revolucionarios en los numerosos núcleos del exilio búlgaro en Valaquia, Rusia meridional y Estambul, así como en el interior del territorio búlgaro, con un objetivo independentista que superaba la aspiración de la generación anterior a un dualismo turco-búlgaro semejante al austro-húngaro de 1867. La feroz represión turca de la insurrección búlgara de 1876 provocó reacciones de solidaridad en la opinión pública europea, y dio lugar a una conferencia internacional al año siguiente, que propuso la autonomía de las provincias de Tarnovo y Sofía. La oposición de Estambul a esa concesión sirvió de pretexto a Rusia para declarar la guerra a los turcos, conflicto en el que los nacionalistas búlgaros toman parte activa mediante contingentes de voluntarios.
En el caso de los nacionalistas rumanos, el influjo decisivo era parisino: las barricadas de 1848 y el radicalismo en materia social alentaban el programa político de los líderes del movimiento válaco y, en menor medida, moldavo, como los hermanos Bratianu o Balcescu. Varios de los líderes nacionalistas rumanos, de hecho, pertenecientes a la pequeña nobleza (boyardos) habían residido en París. La región, de poblamiento y cultura mayoritariametne rumanas, de Besarabia pertenecía al Imperio ruso desde 1812 (y hasta 1856). El objetivo de la agitación rumana de 1848 era la unión de Moldavia y Valaquia en un estado liberal en el que la oligarquía boyarda, herencia de la dominación rusa, cedería el paso a los jóvenes miembros de la burguesía y aristocracia que habían abrazado la causa del nacionalismo liberal. Los nacionalistas rumanos de Transilvania, por su parte, incluidos en el Imperio austrohúngaro, centraban sus objetivos en conseguir la reforma social-abolición de la servidumbre, de las corporaciones y libertad industrial y de comercio y política de las estructuras imperiales, así como en lograr su reconocimiento como nacionalidad integrante de Transilvania en la Dieta de Cluj. Ello chocó con la oposición de los liberales nacionalistas magiares, que deseaban la anexión de Transilvania a Hungría sin concesión alguna a las nacionalidades no húngaras de la región, y provocó el alineamiento inicial de la minoría rumana con el Gobierno imperial vienes, frente al Parlamento húngaro rebelde. La capitulación de los liberales húngaros frente a Viena a mediados de 1849 supuso para los rumanos de Transilvania correr la misma suerte que el resto de las regiones húngaras, al menos hasta 1859.
Pese al éxito inicial de los liberales rumanos en 1848, que llevó a la constitución de un Gobierno revolucionario en Bucarest, las disensiones entre los sectores liberal y conservador acerca del alcance de las medidas sociales a decretar, particularmente la emancipación del campesinado, debilitó su fuerza frente a los ejércitos otomanos y rusos, que en septiembre de 1848 ocupan Valaquia y Moldavia. Ambos principados volvieron a su situación anterior de parcial autonomía, has¬ta que en 1859 eligieron al mismo dirigente, el antiguo líder revolucionario Alexandru Ion Cuza, quien unificó Valaquia y Moldavia y dio paso a un periodo de reformas liberales, particularmen¬te a partir de 1863, que tuvo como principales hitos la promulgación de una reforma agraria que acababa con los restos feudales, la adopción de códigos civil y penal inspirados en el Napoleónico, reformas en la enseñanza y en la legislación comercial. Las rivalidades entre valacos y moldavos, así como el descontento de los sectores conservadores boyardos, propietarios agrarios y de los liberales más avanzados propiciaron el golpe de estado militar que derrocó a Cuza en febrero de 1866. Dos meses después, se hizo cargo de la corona rumana el príncipe Carlos de Hohenzollern-Sigmaringen. Bajo su égida, los antigos revolucionarios liberales y la nobleza terrateniente llegaron a un pacto implícito, expresado en la Constitución de julio de 1866 y en la instauración de un régimen de monarquía parlamentaria de sufragio censitario, basado en el turno de dos partidos (liberal y conservador). En 1877, los rumanos apoyan a los rusos en el conflicto ruso-turco, y la derrota turca les permite proclamar en mayo la independencia, reconocida en el Tratado de San Stefano, que además otorga al nuevo Estado que adopta el nombre de Rumania la Dobrudja, aunque Rusia se reanexiona la Besarabia meridional hasta 1918.
El objetivo común de separarse del Imperio otomano y la frecuente colaboración de nacionalistas balcánicos (rumanos, serbios y búlgaros) no ocultaba, sin embargo, las profundas rivalidades territoriales y religiosas existentes entre los diversos movimientos nacionalistas en un área de intrincado y complejo poblamiento étnico. Así, entre 1860 y 1870 los nacionalistas búlgaros apoyaron la creación de una Iglesia ortodoxa autocéfala (hexarcado) e independiente del Patriarca griego, con apoyo de Estambul, lo que suponía también luchar contra el influjo cultural griego que se extendía por el sur de su territorio, favorecido por los anhelos expansionistas del joven Estado heleno hacia la región macedonia. Esas disensiones latentes también auguraban el curso de los futuros conflictos étnicos que tendrán como escenario los Balcanes desde comienzos del siglo xx.
(texto: AULA nº8: La primavera de las naciones, por Xosé M. Núñez Seixas)
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